Necesito volver

Pueblo en un valle
22 de Enero de 2016

A pesar de los años que han pasado, me gusta volver y me gusta hacerlo en primavera.

Salí de allí por primera vez, un 24 de Febrero de hace ya bastantes años y no puede dejar de sorprenderme, el hecho de que, a pesar del tiempo transcurrido, todavía recuerde el momento de nuestra partida con total nitidez.

Era de noche y yo una niña de apenas cuatro años, pero aun así, podía percibir claramente la tristeza reflejada en el rostro de mis padres en aquel momento. Abandonaban su pueblo, todo lo que había sido hasta entonces su hogar, raíces, padres y amigos, con la esperanza y el deseo de encontrar una vida mejor. Aquella noche, a pesar de mi corta edad, quedaría grabada en mi memoria para siempre.

Por aquel entonces, "El coche correo" realizaba, cada día, el trayecto que separaba el pueblo, de la estación de trenes más próxima, situada a varios kilómetros de distancia. Era el único medio disponible para transportar el correo y a todo aquel que necesitara salir de allí; efectuaba su salida desde la plaza del Ayuntamiento y hacia allí nos dirigíamos los tres con paso lento. Una pequeña maleta, por todo equipaje, pendía de la mano izquierda de mi padre; a la otra, se aferraban con fuerza las manos de mi madre.

Cuando llegamos al coche, nos acomodamos en su interior como mejor pudimos, pues no éramos los únicos ocupantes. Mis padres tomaron asientos y a mí optaron por sentarme en las rodillas de mi padre. La pequeña maleta fue depositada a nuestros pies; no querían perderla de vista, pues junto a las escasas pertenencias que portaba, se había guardado algo de gran valor.

Aquella misma mañana, ultimando los preparativos, de mutuo acuerdo como casi siempre, habían decidido habilitar un pequeño rincón en dicha maleta, para guardar algo que les acompañaría el resto de su vida. Así lo hicieron; y por la noche antes de cerrarla por fin, depositaron en "ese pequeño rincón" con sumo cuidado y cariño, los aromas de la jara y el tomillo, la imagen de una cruz en lo alto de la sierra, una estampa y un olivo muy pequeño como recuerdo de la tierra que los veía partir.

El resto de maletas compartían espacio con los muebles, en un camión contratado para la mudanza y en el que, dicho sea de paso, viajaba el resto de la familia; mi único hermano, que por aquel entonces contaba diez años de edad. Habían salido unas horas antes, con lo cual, nos llevaban cierta ventaja en el camino. De aquel viaje poco más recuerdo, supongo que por la edad no tardé en quedarme dormida.

El viaje en tren duró un sueño para mí,  porque lo último que recuerdo, es que desperté en un taxi justo a la entrada de un pueblo. El conductor repitió dos veces el nombre, mientras aseguraba que era allí donde nos dirigíamos. Me pareció estar en el fin del mundo; pero, al fin, habíamos llegado a nuestro destino.

Creo haber dicho ya que era Febrero, o lo que es lo mismo, pleno invierno y frío, mucho frío. La casa que nos aguardaba apenas contaba con lo imprescindible; cuatro paredes, un corral, algo parecido a un establo y más frío, mucho más frío invadiéndolo todo.

Pasamos las primeras noches y las semanas siguientes a duras penas. Durante este tiempo, mis padres pusieron todo el empeño, en convertir aquellas cuatro paredes en nuestro nuevo hogar; pobre y humilde, pero un hogar. Me consta que no fue fácil para ninguno; hubo que adaptarse a un clima diferente, nuevas costumbres, nuevas gentes y por si fuera poco durante mucho tiempo, con grandes carencias y escasos recursos.

Al ser la pequeña de la familia, sin duda, fui quien menos acusó los cambios; pues siempre estuve arropada por mis padres, por mi hermano, y rodeada de una atmósfera de amor increíble. Sí, recuerdo la precariedad y la escasez con la que vivíamos; pero, sin embargo, lo que más recuerdo era el ambiente de alegría, de complicidad, de comprensión y de diálogo que se respiraba en casa. En este momento, lo definiría como el ambiente emocional perfecto para crecer.

Mi madre siempre decía (mejor dicho, sigue diciendo), que en todos los sitios, hay Dios; algo que no comprendí hasta pasados varios años. Sin duda tenía razón, porque siempre encontramos buena gente y buenos amigos dispuestos a echar una mano.

Poco a poco salimos adelante, nos fuimos adaptando, nos fuimos integrando y pasamos a ser una familia más del pueblo; eso sí, desde entonces, cada uno de nosotros lleva adosado al nombre, un mote que recordará siempre nuestro lugar de procedencia. Nada que objetar al respecto; es una costumbre vigente que no molesta, porque me consta se dice con cariño.

A día de hoy, amo este pueblo como propio; en el crecí, me enamoré y en él encontré familia y amigos. Me siento profundamente agradecida a esta tierra que me vio crecer y donde he pasado años inolvidables de mi vida; pero, de vez en cuando, añoro con nostalgia aquella que me vio nacer y necesito volver.

Nada tienen que ver los viajes, ahora, con aquel primero; sin embargo, lo que sigue igual hasta donde la memoria me alcanza, es más, diría que se ha convertido en un ritual para mí, es el reencuentro con mi tierra. Siempre, y digo siempre, hago una parada obligatoria en lo alto de la cumbre, bajo del coche despacio y respiro hondo, con calma. Tomo conciencia del lugar donde estoy y al hacerlo, la brisa de la sierra me recibe, envolviéndome en un abrazo infinito de aromas familiares que se concentran en ese punto. Sigue oliendo a jara y a tomillo.

Ahí salen a mi encuentro recuerdos de vivencias y seres que añoro, imposibles de olvidar. Me tomo el tiempo necesario para procesarlo y a partir de ese momento todo lo hago lentamente porque deseo disfrutar, segundo a segundo, de ese regalo, de ese recibimiento que me hace la tierra que me vio nacer.

Mis ojos recorren minuciosamente todo alrededor; pero más que mirar, beso con la mirada, palmo a palmo, la ladera de la sierra. Olivos, alcornoques, encinas, jaras, madroñeras, canchos, horizonte, sol, aromas, paz, recuerdos, sentimientos que se agitan, mi pueblo al final de la ladera y yo.

Y el tiempo se detiene.

Alguien como tú.

Comentarios  

0 #4 Alguien como tú 31-01-2016 17:50
Cito a leandro:
releerlo es algo muy especial.

Disculpas por el retraso en contestar, he estado un poco liada. Mi intención es contestar siempre. Mil gracias de nuevo por tus comentarios. Saludos.
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0 #3 Alguien como tú 31-01-2016 17:47
Cito a leandro:
No se si lo hago bien o mal, pero escrito varios comentarios sobre este emotivo relato y cuando lo envio se borra. Es una pena porque queria expresar lo hermoso que me parece leer un relato tan humano y lleno de sentimientos que perpetuan a traves de los años y con emociones que siguen vivas. Me ha encantado y no dejes de plasmar en estos bellos relatos, ese rincon especial donde guardas el tesoro de tus vivencias...un dia cualquiera los ojos se humedeceran...

Lo siento Leandro, imagino que habrá sido un error al introducir el captcha, esperemos que no vuelva a suceder. Muchas gracias por continuar leyendo mis relatos y muchas gracias por el comentario tan bello que has dejado. Me siento, de veras, muy agradecida. Saludos.
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+1 #2 leandro 29-01-2016 16:54
releerlo es algo muy especial.
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+1 #1 leandro 29-01-2016 15:09
No se si lo hago bien o mal, pero escrito varios comentarios sobre este emotivo relato y cuando lo envio se borra. Es una pena porque queria expresar lo hermoso que me parece leer un relato tan humano y lleno de sentimientos que perpetuan a traves de los años y con emociones que siguen vivas. Me ha encantado y no dejes de plasmar en estos bellos relatos, ese rincon especial donde guardas el tesoro de tus vivencias...un dia cualquiera los ojos se humedeceran...
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